Haz de cada tarea un compromiso

“Ni la juventud sabe lo que puede,
ni la vejez puede lo que sabe”
(José Saramago)

Haz de cada tarea un compromiso. 
Lo que consideres urgente hazlo ahora mismo. 
Lo que consideres importante hazlo tú mismo.
No dejes para después lo que se necesita hacer ahora.
No te ocupes en buscar excusas y pretextos para no hacerlo, utiliza esa energía en hacerlo.
Decídete ya a emprender esa tarea que vienes posponiendo.
Es preferible proceder y fallar, que quedarte inactivo por temor al fracaso, pues siempre es mejor aprender y reaccionar que quedarse sin hacer ni servir para nada.

En tiempos críticos y llenos de angustia, la principal y constante preocupación de los católicos fue siempre refugiarse bajo la mirada de María y confiarse a su maternal bondad, lo cual demuestra que la Iglesia Católica ha puesto siempre, y con razón, toda su confianza en la Madre de Dios.

Esta piedad tan grande y tan llena de confianza en la Reina de los Cielos, nunca ha brillado con tanto esplendor como cuando la violencia de los errores difundidos, o la degradación de las costumbres o los ataques de adversarios poderosos han parecido poner en peligro a la Iglesia militante de Dios.

La historia antigua y moderna y los fastos memorables de la Iglesia recuerdan las oraciones públicas y privadas dirigidas a la Madre de Dios, así como las ayudas concedidas por Ella, y, en muchas circunstancias, la paz y tranquilidad públicas, obtenidas por su intercesión. De ahí los excelentes títulos de auxiliadora, bienhechora y consoladora de los cristianos, reina de los ejércitos y dispensadora de la victoria y la paz, con los que se le ha saludado.

Entre todos esos títulos es especialmente solemne y digno de mención el que le viene del Rosario, por el cual han sido consagrados a perpetuidad los insignes beneficios que le debe a Ella la cristiandad.

Septiembre 7
Señor Jesucristo, quiero aceptarte y proclamarte como mi único Señor y Salvador. Nadie más puede salvarme.
Sálvame otra vez, Señor. Me salvaste en la cruz con tu preciosa sangre.
Sálvame ahora del vacío, del miedo, de la tristeza, de la angustia.
Sálvame de una vida superficial, de la soledad interior, de la amargura pesimista, de los caminos sin salida.
Sálvame Señor, para que este día tenga un sentido y una orientación, para que no me esfuerce inútilmente, para que te agradezca el privilegio de haber nacido. Amén.
(Mons. Víctor M. Fernández)


Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia. 

Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.

Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.