He pecado

«¿Has pecado? Ven a la Iglesia y dile a Dios: ‘He pecado’.
No te pido otra cosa, más que esto, sólo esto.
Lo dice, pues, la Sagrada Escritura: ‘Manifiesta tú primero tus culpas, para justificarte’;
 confiesa el pecado que has cometido, para liberarte.
En esto no hay fatiga, no hay necesidad de usar giros especiales, 
ni exige esfuerzo pecuniario ni de otro género.
Pronuncia la palabra que evidencia tus rectos sentimientos sobre las culpas cometidas,
 dilo claramente: ‘He pecado’». 
(San Juan Crisóstomo)

Cuando vamos en bote, si queremos avanzar, los remos deben ir parejos. En cuanto uno de los dos entra solo, empezamos a girar en círculo. En el diálogo con Dios, aprendemos lo que luego nos sirve en el diálogo con los demás y con nosotros mismos. También aquí, si solo hacemos entrar en consideración una de los dos cosas que tenemos que ver, entramos a girar en círculo.

Si cuando rezamos, solo entra lo que nos tiene “afectados”, “apegados”; si solo hablamos de lo nuestro, de nuestro plan, no vamos a avanzar. Pronto nos daremos cuenta que estamos girando en círculo. Y no solo, no salimos, sino hasta puede ser, que se convierta en un remolino que termine por tragar nuestra fuerza, nuestra alegría, nuestra esperanza.

Pero así como podemos girar en torno a nosotros mismos, también podemos girar en torno de Dios. Pensar en su proyecto, en su palabra, en su amor, sin acompañarlo de ese otro “remo” que es nuestra vida a la que él ofrece su proyecto, su palabra, su amor, es no avanzar. Es girar en una espiritualidad sin carne, que no lleva nuestro nombre y apellido.
(Padre Javier Albisu S.J.)

Septiembre 13
Si deseas la paz, entonces prefiere un perfil bajo, sin pretender honores. Mejor opta por aparecer poco.

 Es bello hacer el bien desapareciendo, como Juan el Bautista, que supo decirle a sus discípulos: Yo no soy importante, síganlo a Jesús y déjenme a mí. Porque hace falta que él crezca y que yo desaparezca (Jn 3,30)
(Mons. Víctor M. Fernández)


Señor, hoy te entrego a todas las personas que quiero: mis familiares, mis amigos, vecinos, compañeros de trabajo o de la parroquia, amigos y conocidos de internet.

Los coloco bajo tu protección divina. Son tuyos, Señor y yo te proclamo una vez más Rey y Salvador de sus vidas. Tú sabes lo que es mejor para ellos, tú los conoces bien y tienes un plan maravilloso para sus vidas. Tómalos Señor, condúcelos con tu luz, renuévalos con tu amor y tu paz.

Cuídalos de todo mal y protégelos de toda perturbación. No permitas que nada ni nadie les haga daño. Y si algo les sucede, yo sé que tú sacaras de eso algún bien para sus vidas, porque eres sabio y poderoso, y yo los he dejado en tus manos. Alabado seas por sus vidas, porque son obra de tus manos amorosas y son tuyos. Amén.