Señor, Ven y camina conmigo


“Moisés gastó:
40 años pensando que era alguien,
40 años aprendiendo que no era nadie y
40 años descubriendo lo que Dios puede hacer con un NADIE”.

En la noche del 2 de enero de 1885, un anciano se presentó en casa de un sacerdote para pedirle que fuera a ver a una mujer agonizante.

El sacerdote siguió al desconocido. La noche era muy fría, pero el anciano parecía no darse cuenta de ello. Iba adelante y decía al sacerdote para tranquilizarlo, pues la zona era de mala fama:
- Yo lo esperaré a la puerta.

La puerta donde se detuvo era una de las más miserables del barrio... Al llegar junto a la moribunda, la moribunda estaba diciendo entre gemidos:
- ¡Un sacerdote! ¡Un sacerdote! ¡Me voy a morir sin sacerdote!
- Hija mía, yo soy sacerdote. Un anciano me llamó para que viniera.

La enferma le confesó los pecados de su larga vida de pecadora y el sacerdote le preguntó si había observado alguna práctica de devoción en su vida.

- Ninguna, respondió, salvo una oración que recitaba todos los días a san José para obtener la buena muerte.

El sacerdote, después de confesarla, le dio la comunión y la unción de los enfermos, y ella quedó muy reconfortada. Cuando el sacerdote llegó a la puerta, no encontró a nadie.

Pero, reflexionando sobre el acontecimiento de esa noche y sobre el misterio consolador que había ejercido, sintió nacer en su corazón la convicción de que el caritativo anciano no era otro que el glorioso y misericordioso san José, patrono de la buena muerte.

Septiembre 14
No creas en un Dios que te mutila, que destruye a la gente, que destroza a sus propios hijos.
Ese es un ídolo triste, un producto de tu fantasía enfermiza.
Cree en el único Dios, que es amor, y que te quiere feliz.
Cree en Dios que es vida, fuerza, esperanza para tu existencia.
Cree en el Dios que te quiere salvar por entero, te quiere sanar, te quiere liberar.
Entonces, no te sientas juzgado, controlado, perseguido. 
Solo siéntete amado y deja que te regale vida, fuerza, ganas, luz, comprensión.
Porque si no reconoces que te ama y que quiere tu bien, nunca serás capaz de entregarte a él sin límites y de darle todo.
(Mons. Víctor M. Fernández)


Señor, en este día que arranca, quiero que el motor de mi corazón encienda con el combustible de tu amor y de tu compasión.
Te doy gracias porque tu amor me ayuda a construir relaciones sólidas basadas en la confianza y en la alegría. Gracias por escuchar mis ruegos cuando clamo a Ti con honestidad y humildad.
Hazme dócil y sensible a tus inspiraciones, que pueda vivir para Ti, amarte y abrirme a nuevas experiencias de bendición que la vida me regala.
Ven y camina conmigo, protégeme de todo aquello que puede hacerme daño.
Condúceme hoy por sendas de amor y guíame con tu sabiduría en todas las decisiones que voy a tomar para que me ayuden a avanzar realmente hacia el camino que, junto a Ti y al Padre, deseo alcanzar, por el bien personal de mi alma y la de los míos.
Amén
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