La importancia de la Virgen María

“María fue bienaventurada,
porque antes de dar a luz a su maestro, lo llevó en su seno.
María es dichosa también
porque escuchó la palabra de Dios y la cumplió;
llevó en su seno el cuerpo de Cristo,
pero más aún guardó en su mente la verdad de Cristo”.
(San Agustín)

Mayo, agosto, octubre y de cierta forma diciembre, es decir, una tercera parte del año está consagrada a Nuestra Señora. A esos meses podríamos agregar numerosas fiestas que celebran un aspecto particular del misterio de la Santa Madre de Dios, así como los sábados que se nos proponen como días marianos.

La liturgia nos dice la importancia de María con múltiples vocablos que desgranan como una meditación infinita las letanías de la Virgen. Una contemplación de los nombres de María y de las solemnidades que ponen en evidencia los misterios más importantes de la sierva humilde nos introducen en la profundidad inefable de la relación entre el hombre y Dios.

El Papa Francisco recordaba recientemente que María era inseparable de la Iglesia. Una unión que nos recuerda las Tres blancuras, testigos últimos de la fidelidad católica en el misterio mismo de la encarnación: La Eucaristía, María, el Papa, los tres pilares propiamente católicos, signos de reconocimiento, dicho de otra manera, símbolos de la unidad de la fe.


Septiembre 12
No te obsesiones por ganar una discusión o por imponer tus criterios. Mejor trabaja para desarrollar lo bello que hay en ti, dedícate a cosas que valgan la pena y derrama algo bueno en el mundo. 

El bien que siembres quedará siempre dando vueltas por todas partes y producirá sus frutos.
De eso nunca te arrepentirás.
(Mons. Víctor M. Fernández)



“MARÍA, Madre amada:
Enséñanos a orar para no perder la Esperanza y para darle raíces sólidas.
Enséñanos a orar para discernir donde poner los esfuerzos y descubrir nuestro lugar y misión.
Enséñanos a orar para no desalentarnos en las dificultades y contratiempos.
Lo que se espera se consigue con esfuerzo, con trabajo y con la vida.
Nos confiamos en tus manos para que nos hagas fuertes en la fe comprometidos en la solidaridad y firmes, muy firmes, en la Esperanza del Reino”
(Santo Cura de Ars)