Las tormentas en nuestra vida

“Hoy es especialmente urgente evitar que el matrimonio se confunda
 con otro tipo de uniones que se fundan en un amor débil.
Sólo la roca del amor total e irrevocable entre el hombre y la mujer 
es capaz de ser fundamento de una sociedad que se convierta en un hogar para todos los hombres”.
Benedicto XVI

Las tormentas son un buen símbolo para nuestras crisis, angustias y fracasos. En fin para todo lo que se presenta como algo doloroso e indeseable en nuestra vida. Pero son inevitables. Lo bueno es encontrar en todas ellas el lado positivo, porque muy expresivamente escribió Luis Veuillot: “hay bendiciones de Dios que entran en casa rompiendo los cristales”.

Un campesino pidió a Dios le permitiera ordenar el clima para que —según él— le rindiera mejor su cosecha. ¡Dios se lo concedió!
Entonces, si el campesino quería lluvia ligera, así sucedía; si pedía sol, éste brillaba; si necesitaba más agua, llovía más; etc.

Sin embargo, al llegar la cosecha, se sorprendió mucho porque resultó un fracaso.

Desconcertado preguntó a Dios por qué salió así la cosa, si él había puesto los climas más adecuados. Pero Dios le contestó: "tú pediste lo que quisiste, pero no lo que de verdad convenía. Nunca pediste tormentas, y éstas son muy necesarias para limpiar la siembra, ahuyentar aves y animales que la consumen y purificarla de plagas que la destruyen".

Sepamos encontrar el lado positivo aun en las tormentas por las que tengamos que pasar en la vida

Septiembre 18
En Brasil me admiraba ver unos árboles muy grandes, con ramas inmensas, que estaban llenos de vida. En sus ramas habitaban muchas otras plantas: orquídeas, algas, enredaderas, líquenes.
Nada de eso parecía ser un peso o una molestia.

Cuando me detenía a contemplar a uno, me daba la sensación de que el árbol era feliz de poder contener tanta vida.
Además, entre sus hojas cientos de pájaros encontraban cobijo al atardecer.

Algunas personas me provocan la misma impresión. Son como un árbol que contiene a los demás, cobija, descansa, sostiene. Y son felices de esa manera. ¿Por qué no convertirse en un árbol generoso?

Dice el Evangelio que el Reino de Dios es como un árbol que echa ramas grandes, tanto que las aves del cielo anidan bajo su sombra (Mc 4,32).
(Mons. Víctor M. Fernández)


Bendito seas, Dios mío, porque a pesar de ser yo indigno de toda ayuda, tu generosidad e infinita bondad nunca dejan de otorgar el bien aún a los ingratos y a los que se han apartado de ti.

Conviértenos a ti, para que seamos agradecidos, humildes y piadosos, pues Tú eres nuestra salud, nuestra fortaleza y nuestra salvación.
Amén