Dios está a tu lado

“La diferencia entre las personas felices y las personas tristes
no es la ausencia de problemas, sino la actitud con que los enfrentan.
Levanta tu mirada al cielo y confía a Dios tus angustias,
tienes al Creador del universo de tu lado”.
(Píldoras de Fe)

Los cristianos somos seguidores de Cristo, imitadores suyos. Pero muchas veces no imitamos al Señor, sino que obramos en forma diametralmente opuesta a lo que obraría el Señor. Si no a qué se debe que busquemos con tanta fiebre el dinero y los bienes materiales, y que nos preocupemos tanto por el qué dirán. Jesús no obró así, y nos dijo que buscáramos primero el Reino de Dios, pues todo lo demás nos vendría como añadidura. En cambio nosotros a veces buscamos la añadidura primero, y no pocas veces nos olvidamos del Reino de Dios, de anunciarlo.

Si el mundo está como está, es en gran parte porque los cristianos hemos venido a menos, no tanto en número, sino más bien en fervor, en convicción; porque la cobardía de los buenos fomenta la audacia de los malos.

Es tiempo de despertar de este sueño en que nos tiene como narcotizados el demonio a través del materialismo que es como su encarnación. Tenemos que comprender de una vez por todas que las cosas materiales no nos pueden hacer felices, porque no estamos hechos para la Tierra, sino para el Cielo, y la tierra es un lugar de exilio y de paso, preparación y antesala del Cielo.

Si hacemos así, entonces poco a poco irá cambiando el ambiente donde nos movemos, al menos en nuestra familia, porque los demás, al ver nuestra coherencia de vida, y que no seguimos a la mayoría, también se convertirán y se entusiasmarán por la vida cristiana, que siempre es diferente a la vida mundana. Si así no lo fuera, entonces no es vida cristiana la que llevamos.

Para comprender el amor y la generosidad de Dios, veamos esta breve historia:
Un carpintero se puso un día a construir una escalera de caracol para llegar al cielo. Pasó un vecino y le dijo: 
Si me regalas unos peldaños, a mí me servirán mucho y a ti no te dañará. 

El trabajador se rascó la cabeza y se los dio. El vecino agradeció y se fue silbando. 
El obrero siguió su trabajo. Pasó una pobre mujer y le pidió un poco de madera ya que una pared de su casa dejaba colar el viento. 
El carpintero accedió. La mujer se fue sonriendo. 

Y así vinieron muchos más y el trabajador seguía dando. El invierno era duro, la miseria grande y el carpintero regalaba peldaños, aún para usarlos de leña. 

Y decía a su esposa: 
No comprendo, mujer. Mi escalera es cada vez más chica... ¡Pero, subo por ella al cielo! 

Ella le replicó: 
¿Acaso no ves que por tu generosidad el cielo está más cerca de la tierra?

Octubre 18
Jesús dio su sangre en la cruz por ese niño que está creciendo dentro de su madre. Aunque tenga un minuto de vida, Jesús es su salvador.
Porque el Señor no dio su sangre solamente por los adultos bien formados, por los que tienen un cuerpo bien desarrollado, por los que pueden expresarse correctamente o por los que tiene poder. Jesús dio la sangre por todos nosotros, también por cada embrión que ha sido engendrado, por más pequeño y frágil que sea.
Jesús resucitó para ese niño que todavía no ha nacido.
Resucitó para llenarlo de su amor y de su fuerza, para penetrar en él con toda su luz, para regalarle su amistad. No olvides que lo mismo lo hizo por ti.
(Mons. Víctor M. Fernández)


Señor y Dios nuestro, que elegiste a san Lucas para que nos revelara, con su predicación y sus escritos, tu amor a los pobres, concede, a cuantos se glorían en Cristo, vivir con un mismo corazón y un mismo espíritu y atraer a todos los hombres a la salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.