Frases de Santa Teresa de Jesús

“Desea ver a Dios, teme perderlo, y encuentra alegría en todo lo que puede llevar a Él. Si actúas de esta manera, siempre vivirás en gran paz”.


“Recuerda que tienes una sola alma; que tienes una sola muerte para morir, que tienes una sola vida. Si haces esto, habrá muchas cosas que no te importarán”.

“Cristo no tiene otro cuerpo ahora que el mío. Él ora en mí, trabaja en mí, mira a través de mis ojos, habla a través de mis palabras, trabaja a través de mis manos, camina con mis pies y ama con mi corazón”.

“La forma más segura de determinar si uno posee el amor de Dios es ver si ama a su prójimo. Estos dos amores nunca se separan. Tengan la seguridad de que cuanto más progresen en el amor al prójimo, más aumentará su amor a Dios”.

“El demonio puso ante mí que no podía soportar las pruebas de la vida religiosa, debido a mi delicado cuidado. Me defendí de él alegando las pruebas que Cristo soportó, y que no era mucho para mí sufrir algo por su causa; además, me ayudaría a soportarlo”.

“Tenía muchos amigos que me ayudaban a caer, pero en cuanto a levantarme, me quedaba tan sola, que me pregunto ahora no siempre estaba en el suelo. Alabo a Dios por su misericordia, porque fue Él quien extendió su mano hacia mí. ¡Que sea bendecido para siempre! Amén”.

“A menudo he pensado con asombro en la gran bondad de Dios; y mi alma se ha regocijado en la contemplación de su gran magnificencia y misericordia. ¡Qué sea bendecido para siempre! Porque veo claramente que Él no ha omitido recompensarme, incluso en esta vida, por cada uno de mis buenos deseos”.

“Mis buenas obras, aunque sean miserables e imperfectas, han sido mejoradas y perfeccionadas por Aquel que es mi Señor: las ha hecho meritorias. En cuanto a mis malas obras y mis pecados, los escondió de inmediato. Los ojos de los que los vieron, los hizo incluso ciegos; y los ha borrado de su memoria”.

“Un principiante debe verse a sí mismo como alguien que se dispone a hacer un jardín para el placer de su Señor, en la mayoría de los sueños infructuosos que abundan en las malas hierbas. Su Majestad arraiga las malas hierbas y pondrá en su lugar buenas plantas. Consideremos que esto ya está hecho cuando el alma decide practicar la oración y ha comenzado a hacerlo”