«La Iglesia, más que reformadores, tiene necesidad de santos,
porque los santos son los auténticos y más fecundos reformadores […]
La humildad es el primer paso hacia la santidad […]
La tentación más engañosa y que se repite siempre,
es la de querer mejorar la sociedad, mejorando únicamente las estructuras externas;
dejando de lado la realización espiritual del hombre que es donde se halla la verdadera felicidad».
San Juan Pablo II
Tiempos difíciles para la fe. ¿Qué fe es buena y sólida si, previamente o en alguna situación, no ha sido probada? En algunos continentes nos hemos acostumbrado a vivir una fe “entre celofanes”. Sin más complicaciones ni más compromisos que el saber que Dios estaba ahí y con una Iglesia que, en más de una ocasión, ha sido entendida como una especie de “estación de servicios”; me sirvo cuando quiero, donde quiero y como quiero.
Ahora es el momento de la verdad. Sobran bancos vacíos en muchas iglesias y, en cambio, hacen falta (más que nunca y urgentemente) cristianos y católicos comprometidos en la causa y por la causa de Jesús: en la política y en la economía, en la familia y en el círculo de amistades, en la enseñanza y en la medicina, etc.
* ¡Si tuvierais fe! Si la tuviésemos lucharíamos a tiempo y destiempo contra aquellos que pretenden reducir la vivencia de la fe a un ámbito personal y privado.
* ¡Si tuvierais fe! Si la tuviésemos nos resistiríamos con todo el vigor que ella nos aporta ante aquellas otras tendencias que pretenden visionarla desde un concepto meramente popular o cultural
* ¡Si tuvierais fe! Si la tuviésemos daríamos ese paso del catolicismo vergonzante y atrincherado a un cristianismo militante y activo, sorprendente y cautivador, entusiasta y prometedor, rompedor e inquietante
* ¡Si tuvierais fe! Dejaríamos a un lado, aun cuando a veces sea necesario, el aspecto íntimo de la fe para hacerlo público. ¿Acaso el sol se ha creado para que esté permanentemente oculto detrás de las nubes? ¿Acaso desde el laicismo, interesado y trasnochado, se nos puede amordazar a los que sabemos que Dios es una instancia superior a todos los que proyectan leyes y normas?
* ¡Si tuvierais fe! El testimonio de nuestra vida ha de ser, además de palabra, avalado con hechos y propuestas (no imposiciones pero tampoco cesiones) para que el mensaje de Jesús no sea recluido en la cómoda sacristía o “soltado” puntualmente entre los cuatro muros blanqueados de una iglesia.
Es apasionante el momento que estamos viviendo en nuestra Iglesia. Es el diálogo fe y cultura, Cristo y maligno, espiritualidad y laicismo, Iglesia y mundo. Lejos de infundirnos miedo o simple temor, todo ello, nos debe de llevar a purificar esta Iglesia nuestra en la que muchos están,pero no saben ni por qué están ni en lo que creen ni por qué creen. Es la hora de plantearnos si nuestra fe es una fe sólida en Jesucristo o si, tal vez, quedó dibujada y encorsetada en una religiosidad que no es transformadora de la realidad personal ni social.
Apasionante, este momento crucial, y por supuesto penetrado de un sano realismo y de optimismo. Seremos menos pero más comprometidos y dispuestos a mojarnos hasta donde haga falta por Cristo, con su Iglesia y arropados por la fuerza del Espíritu Santo.
¿Tenemos fe? Como dice San Pablo es el momento de tomar parte -y partido también- en esta dura tarea, y un reto también, de guardar y predicar el Evangelio.
(P. Javier Leoz)
Octubre 2
Si una persona se entrega más allá de lo que siente hoy, eso significa que ha entrado en otro nivel del ser.
En esa profundidad ya no cuenta tanto lo que uno experimenta, sino el sentido de lo que vive y hace. Si hoy no sentiste nada especial, este día no vale menos.
Al contrario, este día gris y aburrido puede valer muchísimo si te entregas generosamente porque sí, más allá de tu estado de ánimo.
(Mons. Víctor M. Fernández)
Bendito seas, Dios mío, porque a pesar de ser yo indigno de toda ayuda, tu generosidad e infinita bondad nunca dejan de otorgar el bien aún a los ingratos y a los que se han apartado de ti.
Bendito seas, Dios mío, porque a pesar de ser yo indigno de toda ayuda, tu generosidad e infinita bondad nunca dejan de otorgar el bien aún a los ingratos y a los que se han apartado de ti.
Conviértenos a ti, para que seamos agradecidos, humildes y piadosos, pues Tú eres nuestra salud, nuestra fortaleza y nuestra salvación.