“Cuanto más te vacíes de ti mismo, es decir, de tu amor propio y de toda atadura carnal,
entrando en la santa humildad, más lo comunicará Dios a tu corazón.
Todas las oraciones son buenas, siempre que vayan acompañadas
por la recta intención y la buena voluntad.”
Padre Pío
entrando en la santa humildad, más lo comunicará Dios a tu corazón.
Todas las oraciones son buenas, siempre que vayan acompañadas
por la recta intención y la buena voluntad.”
Padre Pío
Hoy, Jesús habla de nuevo con autoridad: usa el «Yo os digo», que tiene una fuerza peculiar, de doctrina nueva. «Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (cf. 1Tim 2,4). Dios nos quiere santos y nos señala hoy unos puntos necesarios para alcanzar la santidad y estar en posesión de lo “verdadero”: la fidelidad en lo pequeño, la autenticidad y el no perder de vista que Dios conoce nuestros corazones.
La fidelidad en lo pequeño está a nuestro alcance. Nuestras jornadas suelen estar configuradas por lo que llamamos “la normalidad”: el mismo trabajo, las mismas personas, unas prácticas de piedad, la misma familia... En estas realidades ordinarias es donde debemos realizarnos como personas y crecer en santidad. «El que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho» (Lc 16,10).
Es preciso realizar bien todas las cosas, con una intención recta, con el deseo de agradar a Dios, nuestro Padre; hacer las cosas por amor tiene un gran valor y nos prepara para recibir “lo verdadero”. ¡Qué bellamente lo expresaba san Josemaría!: «¿Has visto cómo levantaron aquel edificio de grandeza imponente? —Un ladrillo, y otro. Miles. Pero, uno a uno. —Y sacos de cemento, uno a uno. Y sillares, que suponen poco, ante la mole del conjunto. —Y trozos de hierro. —Y obreros que trabajan, día a día, las mismas horas... ¿Viste cómo alzaron aquel edificio de grandeza imponente?... —¡A fuerza de cosas pequeñas!».
Examinar bien nuestra conciencia cada noche nos ayudará a vivir con rectitud de intención y a no perder nunca de vista que Dios lo ve todo, hasta los pensamientos más ocultos, como aprendimos en el catecismo, y que lo importante es agradar en todo a Dios, nuestro Padre, a quien debemos servir por amor, teniendo en cuenta que «ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro» (Lc 16,13).
Nunca lo olvidemos: «Sólo Dios es Dios» (Benedicto XVI).
* Rev. D. Joaquim FORTUNY i Vizcarro (Cunit, Tarragona, España)
Noviembre 5
No descuides tu fe, no empieces a pensar que es poca cosa, o que es algo secundario. Perder la fe es dejar que se hunda un tesoro, y en el fondo es quedarse sin nada.
Lo saben los mártires que prefieren morir antes que abandonar la fe. No dejes que te acosen con dudas y sospechas. No arrojes a la basura la dignidad inmensa de creer.
Por eso, cuando veas que algo te está apartando de la fe no te dejes estar, póstrate pidiendo auxilio y aférrate a la pequeña luz que veas en tu interior.
Entonces escucharás a Cristo resucitado que te asegura: El que cree tiene vida eterna (Jn 6,47).
(Mons. Víctor M. Fernández)
Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia.
Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.