Yo no te dejaré ni te abandonaré

“El poder político, católico o no,
ni puede obligar a abrazar la fe religiosa que no gusta,
ni puede impedir abrazar y profesar una fe que gusta.”
(Beato Juan Pablo I)

La Virgen María, nuestra Madre, le decía al padre Esteban Gobi, fundador del ‘Movimiento sacerdotal mariano’, aprobado por la Iglesia:
A los niños les pido que crezcan en la virtud de la pureza.
A los jóvenes les pido que se formen en el dominio de las pasiones con la oración y la vida de unión conmigo y que renuncien a ir a los cines y discotecas, donde hay un continuo peligro de ofender la virtud de la pureza.
A los novios les pido que se abstengan de toda relación antes del matrimonio.
A las familias les pido que se formen en el ejercicio de la castidad conyugal y nunca usen medios artificiales para impedir la vida (13 de octubre de 1989).
En estos tiempos en que hay tanta pornografía y tanta inmoralidad, es importante protegerse bajo el manto de María y rezar el Rosario, que es un arma sencilla y humilde contra la soberbia de Satanás. Y, además, acudir frecuentemente a Jesús Eucaristía para recibir fuerza para seguir adelante.

Algo importante es también el acudir a los santos y ángeles en demanda de ayuda. Y muy especialmente, pedir ayuda a todos nuestros familiares que estén ya en el cielo y a todos los ángeles de nuestra familia que han sido sus custodios a lo largo de los siglos.

De vez en cuando, les recomiendo mandar celebrar una misa en honor de los ángeles de la familia y por todos los difuntos, incluidos los niños muertos sin bautismo.
Que Dios haga de su familia, una gran familia para gloria de Dios.
(P. Ángel Peña)

Noviembre 4
El sentimiento de ser abandonado es uno de los dolores más profundos de las personas. Les sucede a los que están solos, a los ancianos olvidados por sus hijos, a los que han sido engañados por un ser amado. En realidad nos suceda a todos en algunos momentos.
El Señor nos dice: Yo no te dejaré ni te abandonaré (Heb 13,5). Jesús no abandona, no deja solo a ningún ser humano. Aun en los momentos del peor sufrimiento y de la angustia más grande, Jesús está allí rodeándonos con su amor, tratando de llenarnos con su fuerza para que podamos resistir.
Él lo prometió con toda claridad: Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el final del mundo (Mt 28,20).
(Mons. Víctor M. Fernández)



Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia.

Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.

Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.