La fe viva

«Por las obras que hace la caridad se sabe si la fe es viva o muerta.
La fe viva es excelente porque, estando unida con la caridad y vivificada por ella, es firme y constante.
Hace muchas y buenas obras, por las que merece que se la alabe por ellas diciendo: 
¡Oh, qué fe tan grande!»
(San Francisco de Sales)

Hoy sugiero que nos encomendemos al Espíritu Santo para que nos ilumine en todas nuestras acciones diarias, en todos los ámbitos de nuestra vida (en el trabajo, en la familia, en el ámbito social, etc.).

Recomiendo, incluso, que nos encomendemos todos los días al Espíritu Santo al comenzar la jornada.

Recordemos las palabras de San Vicente de Paúl en relación al Espíritu Santo: "Cuando el Espíritu Santo actúa en una persona, quiere decirse que este Espíritu, al habitar en ella, le da las mismas inclinaciones y disposiciones que tenía Jesucristo en la tierra y éstas le hacen obrar, no digo que con la misma perfección, pero sí según la medida de los dones de este divino Espíritu".

El amigo es, ante todo, uno que no juzga. El amigo es quien abre la puerta al viajero con todas sus limitaciones: sus muletas, su bastón y no le pide que dance para juzgar su danza.

Y si el viajero habla de la primavera que ya ha llegado, el amigo es el que acoge dentro de sí la primavera.
Y si habla del horror de la carestía en el pueblo de donde viene, el amigo sufre con él el hambre.

Porque la amistad en el hombre es la parte destinada a ti y abre para ti una puerta que tal vez no abrirá nunca a ningún otro
Son verdaderos amigos míos los que se postran conmigo en la oración, unidos como granos de una misma espiga en espera de convertirse en pan.
(Antoine de Saint Exupéry)

Noviembre 14
¿Para qué dejar que las sensaciones negativas te hagan daño si puedes tener el control?
Para ello, atrévete a conversar con Dios sobre lo que sientes. Tienes que decirle sin vueltas lo que sientes, hasta expresar todo tu dolor y tu inquietud ante él. Hay que sacar afuera todo eso, en la presencia de Dios. Es lo que nos pide la Biblia: Confíenle todas sus preocupaciones, porque él cuida de ustedes (1Pe 5,7).

Pero entreguemos eso de verdad, dejémoslo completamente frente a Dios hasta que lo expulsemos con fuerza y solo nos quede su paz: 
Que la puesta del sol no los encuentre enojados (Ef 4,26).
(Mons. Víctor M. Fernández)


Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia.

Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.

Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.