La propia vida como un cántaro para los demás

“Biblia, libro mío,
libro en cualquier tiempo
y en cualquier hora,
bueno y amigo para el corazón,
fuerte, poderoso compañero.
Tu desnudez asusta a los hipócritas
y tu pureza es odiosa a los libertinos”
(Gabriela Mistral)

Vivir es aprender a cada instante... de cada situación, de cada momento, de cada sensación, de cada injusticia o sin razón..., del amor, del desamor, de la felicidad, de la infelicidad, de la protección, del abandono.

El sentido de la vida, ese que buscamos desde que nacemos se encuentra en la alegría y también en el dolor.
Lo importante es saber comprender el mensaje que nos deja cada situación que debemos enfrentar y conservar la esperanza y la fe.
Hoy reímos, tal vez mañana lloramos... Hoy estamos acompañados... Tal vez el mañana nos encuentre solos.
Pero debemos pasar por todas las instancias, por todos los momentos, por todas las situaciones esperadas e inesperadas porque en cada una de ellas nos encontramos, aprendemos, crecemos, nos fortalecemos y día a día nos damos cuenta que somos nosotros los únicos que le podemos dar sentido a nuestra propia vida y eso sólo es posible si iluminamos las zonas que por momentos vemos apagarse dentro de nosotros encendiendo la luz de la esperanza.

Noviembre 16
Jesús quiere que seamos sus instrumentos también para saciar la sed de Dios que hay en los corazones, y para saciar todas las carencias que angustian a los más olvidados.

Es bello concebir la propia vida como un cántaro para los demás.
En definitiva eso es una vida con gozo, porque hay mayor felicidad en dar que en recibir (Hch 20,35). Dar de beber es un modo de entender la propia existencia, y el agua que se derrama en la boca del sediento es un símbolo precioso de la misericordia.

Cuando alguien esté angustiado, no dejes de ofrecerle el agua del amor de Dios, su luz divina, su amistad que alivia el corazón.
(Mons. Víctor M. Fernández)


Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia.

Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
 Amén.