Dale gracias a Dios porque te está creando en este instante

“Amadísimos hermanos: este Adviento se ha de transformar para nosotros en el tiempo de la regeneración y santificación sacramental. 
Que la penitencia sacramental, a la que nos invita la liturgia, prepare la venida eucarística de Cristo en nuestra vida.
 Que Aquel que llama a la puerta de la morada interior de cada uno de nosotros reciba la invitación a entrar. Tomemos conciencia de que la realidad mesiánica no es sólo la comunión de vida con el Dios de la Alianza, sino el habitar de Dios mismo en el interior de los hombres.
El Adviento nos da para que nos preguntemos, en el interior de nuestra conciencia, cuál es nuestra respuesta”.
San Juan Pablo II

El Adviento que estamos viviendo ha abierto el telón del nuevo año litúrgico. Preside a su manera el advenimiento de un ciclo en el cual la Pascua es el núcleo vivificante. También dirige nuestra mirada y atención hacia ese lugar en donde se realiza el misterio de nuestra Salvación, haciéndonos entrar en la preparación final de su realización.

La liturgia de Adviento nos hace escuchar los anuncios directos de la venida del Mesías a través de tres figuras: Isaías, Juan el Bautista y María. Isaías porque es el cantor de la esperanza y de la alegría mesiánica; Juan el Bautista porque es quien señala al Mesías; y la Virgen María porque es en ella en quien el Mesías tomó carne en este mundo, de la que el profeta Isaías proclamó: "Y la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y se llamará Emmanuel" (Isaías 7, 14).

“El tiempo litúrgico que estamos viviendo se nos da para que cobremos mayor conciencia de la presencia de Aquel que viene sin cesar, que está a la puerta y llama. ¡Qué maravilloso es Dios, este Dios cuya venida en Cristo pertenece simultáneamente a la historia de toda la humanidad y a la de cada hombre, de cada uno de nosotros! Convertirse, abrir el corazón a la fuerza renovadora del Evangelio, ése debe ser el programa de Adviento”.

El personaje central de este IV domingo de Adviento es san José, quien ocupa un lugar destacadísimo, aunque muy discreto, dentro del plan de salvación.

Todos sabemos que las acciones hablan más que las palabras. Nadie en la historia prueba esta verdad más que San José. En los evangelios no dice ni una sola palabra. Sin embargo, sus acciones han facilitado la venida del Salvador del mundo. El Evangelio según San Mateo presenta a San José como “hombre justo”. Es justo porque no solo conoce la ley de Dios sino también su propósito y porque la vive.

Que la figura de José sea un sólido punto de referencia para nuestra vida espiritual: es el hombre de fe que colabora sin reservas en el plan de salvación; y asume sus responsabilidades con total discreción, siendo ajeno a los protagonismos. Tenemos mucho que aprender de él.
Si yo tuviera una estrella
que brille como en Belén
alumbraría a mi patria
para verla renacer.

Le pido al Niño bendito,
al Dios que está por nacer,
que nos regale el milagro
de resucitar como él.

Y que esta tierra grandiosa
-como en sus días lo fue-
vuelva a brillar y a ser libre
y a recuperar la fe.

Que sea un país de optimismo
y que impere la honradez.
Que pueda más la confianza
que el miedo a vivir en él.

Si yo tuviera una estrella
que brille, como en Belén
¡Alumbraría a mi patria
para verla renacer!
- (Leticia Rojas)

Diciembre 18
Cierra los ojos y percibe las sensaciones de tu rostro, de tu cuello, de tu espalda, de tus piernas. Siente el movimiento de tu respiración desde que el aire entra hasta que llega al fondo de los pulmones y vuelve a salir. 

Siente el calor que hay dentro de ti, deja que cada parte de tu cuerpo se relaje, se afloje, se serene. Pero luego de recorrerlo todo, siente tu cuerpo entero, vive tu cuerpo en su totalidad como si un río de vida corriera y lo invadiera todo. Y dale gracias a Dios porque te está creando en este instante.
(Mons. Víctor M. Fernández)


Bendito seas, Dios mío, porque a pesar de ser yo indigno de toda ayuda, tu generosidad e infinita bondad nunca dejan de otorgar el bien aún a los ingratos y a los que se han apartado de ti.

Conviértenos a ti, para que seamos agradecidos, humildes y piadosos, pues Tú eres nuestra salud, nuestra fortaleza y nuestra salvación.