Saber esperar es importante en la vida


“El amor a Dios es también viaje misterioso,
es decir, uno no lo emprende si Dios no toma la iniciativa primero.
Esto quiere decir, amar a Dios no poco sino muchísimo; no detenerse en el punto a que se ha llegado sino, con su ayuda, avanzar en el amor.”
(San Juan Pablo I)
¿Quiénes son los pobres? Son, en primer lugar, aquellos que padecen necesidad física, material; son las muchedumbres de campesinos de Iberoamérica, África o Asia; los habitantes de los barrios periféricos en las grandes ciudades; los emigrantes; los despreciados por causa de su raza, por su religión o por alguna deficiencia que les hace incapaces de competir en una sociedad como la nuestra. Estos son los primeros pobres, y olvidarlo es una ofensa para ellos.

Pero también es un error olvidar que son pobres los que viven solos, los que padecen las consecuencias de una ruptura matrimonial, los que están enfermos y, en definitiva todos aquellos que por un motivo u otro sufren. Unos y otros llevan en su cuerpo o en su espíritu la marca del Crucificado, que en la cruz no sólo padeció por los clavos y las espinas, sino también por el abandono de los amigos.

¿Qué significa, entonces, anunciar la buena noticia a los pobres? Significa ayudarles a solucionar sus problemas, con todas nuestras fuerzas. Pero, a la vez, ofrecerles la experiencia personal del encuentro con Dios, que es quien verdaderamente les puede ayudar y el único que a ellos como todos los demás les va a dar la felicidad.
(P. Santiago Martín)

Diciembre 20
Estamos en el tiempo de la espera, cerca de la Navidad. Eso nos recuerda algo que debe ser parte de toda nuestra vida, que es esperar.

Cuando uno hace silencio para orar, no puede fabricar nada, no puede apresurar nada, no puede exigirle a Dios que diga algo. Simplemente clama su interior y espera, espera todo lo que haga falta para que Dios haga su obra.

En toda la vida hay que hacer lo mismo: esperar. Mientras uno trabaja y se ocupa de sus tareas tiene que esperar serenamente algo que ignora, algo que no puede crear y controlar. Eso tiene que ver con el proyecto del Señor para nuestras vidas, que muchas veces se cumple de manera invisible.
(Mons. Víctor M. Fernández)

Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia.

Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.