Ven, Señor Jesús, y no tardes

Te suplico, Señor, que envíes al que has de enviar,
Ven, Señor Jesús, y no tardes;
cielos ábranse y dejen que baje su rocío.
Divino Niño Jesús, ven a nacer en mi corazón
para desterrar de él al pecado y colocar tus virtudes”
(J. Gálvez Krüger)


La vida, que en su andar cotidiano nos va arrastrando; tiene montes, rutas, vados, riscos, valles, mares y desiertos; lleva a cuesta suaves brisas, mansas lluvias, vientos fríos, va trazando rumbo de la inconstancia, la levedad, va marcando el ritmo de nuestro suceder, nuestro andar

Atavismo del caprichoso destino que viaja en la grupa, heredad de modales y maneras con raíces de tiempo; marca la levedad de mil aconteceres y distancias.

Lo versátil se proyecta muchas veces, hasta en silencio convirtiendo nuestras vidas en reflejos de mil colores; inestables emociones, dudas, flaquezas, caprichos…

La inconstancia no es atributo deseable, es liviandad, mas, los vados y los riscos de nuestros caminos, son escollos y escombros que se interponen al empeño.

¡Persevera hermano! es el grito que ahuyenta lo voluble, y firmeza de carácter, un látigo a la levedad, a la inconstancia…
(Ninfa Duarte)

Diciembre 2
Así como te detienes a observar algo, lo mismo puedes hacer con los sonidos, sencillamente oyendo.
Expulsa todo razonamiento, solo capta, recibe, siente. Deja que los sonidos te acaricien, te rocen, resuenen en todo tu ser. Recíbelos, acéptalos, acógelos.

Presta atención al canto de un pájaro, a ese grito de un niño a lo lejos, a esa bocina, a esa mujer que canta. Esos sonidos son parte de este mundo que te sostiene. Siéntelos como parte de la existencia y déjalos llegar.

Eso te ayudará a sentirte vivo y darás gracias por vivir.
(Mons. Víctor M. Fernández)


Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia.

Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
 
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. 
Amén.