Bienaventurados los limpios de corazón

Ten cuidado con la codicia y sigue siendo puro y justo.
Restríbete de cada vicio
El que no puede contenerse,
¿cómo podrá enseñarle la moderación de los demás?
San Policarpo

Entendida en su totalidad, como abrazando su grado superior, es decir, la virginidad perpetua consagrada a Dios, la pureza de corazón es un don que sólo el cristianismo puede dar (Encíclica, Sacra Virginitas, Papa Pío XII, 1954).
Si hemos sido llamados a recibir este maravilloso don, agradezcamos humildemente a Dios. Es una dignidad sublime pertenecer en cuerpo y alma a Dios.

La Sagrada Escritura dice de los hombres: “¿Qué es el hombre para que os acordéis de él, o el hijo del hombre para que lo cuidéis? Lo hiciste un poco menor que los ángeles y lo coronaste de gloria y de honra. Le diste dominio sobre las obras de tus manos, todo lo pusiste debajo de sus pies” (Sal 8,5; Heb 2,7).

Pero, bajo cierto aspecto, se puede decir que aquellos que viven en la virginidad, son superiores a los ángeles. Como un ángel no tiene cuerpo, ofrece a Dios sólo el homenaje de su espíritu.
Una virgen, por el contrario, debe llevar la carga de un cuerpo terrenal.Debe ofrecer continuamente, en el altar de su corazón (y muchas veces, después de una heroica batalla), no sólo su alma con sus apetitos y voluntad, sino también todos los impulsos y facultades inferiores “que hacen guerra contra el alma” (1 Pter. 2:11).

Este es un doble sacrificio, que San Ambrosio llama, un martirio continuo del cuerpo y del alma.
Pero la recompensa está en la alegría y la paz que brotan de esta ofrenda perpetua de alma y cuerpo al Cordero Inmaculado.
Esta felicidad es una compensación, por cualquier conflicto, que hay que soportar y es, un anticipo de las alegrías del Cielo.

Hay pureza de corazón y castidad, que es una obligación para todos, incluso para los que están casados o se preparan para el matrimonio.

Todo el mundo está obligado a evitar todo acto de impureza, en cuanto se oponga a su propio estado particular, a la ley natural ya la ley divina.
No penséis que este grado de castidad es más fácil que el primero.
A veces, las obligaciones que impone son incluso más difíciles que las de la virginidad absoluta.

Sólo hay un remedio para la impureza. Es la práctica de la virtud, hasta el sacrificio.
Sólo un hombre que está dispuesto, con la ayuda de Dios, a hacer cualquier sacrificio puede conservar la pureza de corazón.
Es una lucha difícil, pero solo aquellos que ganan pueden ver a Dios.

Nuestro Señor ha dicho: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5, 8).
Sólo los limpios de corazón podrán verlo y disfrutarlo para siempre en el Cielo y, por medio de su gracia, podrán verlo, de manera menos perfecta, en la tierra. Santo Tomás de Aquino dice que la ceguera mental es el principal efecto de la impureza (Summa Theologiae II-II q 55, a 6).

¡Esto se debe a que, cualquiera que se entregue a la impureza, pierde toda iluminación espiritual y también pierde fácilmente su fe!
Ya no ve a Dios y ya no cree porque su corazón está sumergido en el lodo de la impureza.

“El hombre sensual no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él es locura y no puede entender…” (1 Cor 2,14).
Es como el topo ciego que crea su propio pequeño mundo subterráneo oscuro y ya no puede ver el cielo”.

San Pablo nos advierte con las siguientes palabras: “¿No sabes que tus miembros son templo del Espíritu Santo, que está en ti, que tienes de Dios y que no eres tuyo? Porque has sido comprado a gran precio. Glorifica a Dios y llévalo en tu cuerpo” (1 Cor 6, 19-20).

Nosotros que somos templos del Espíritu Santo, redimidos por la Preciosa Sangre de Jesús, debemos conservar inmaculada la pureza de nuestro corazón, el lirio de nuestra inocencia.

Debemos hacer esto sin importar los sacrificios que nos cueste.
Aquellas severas palabras del Evangelio, “si tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácalo y échalo de ti” (Mt 5,29) se refieren de manera especial a los obstáculos que debemos superar y a los sacrificios debemos hacer para conservar esta hermosa virtud. ¡No puede haber medias tintas!

Debemos estar preparados para llegar a cualquier extremo, incluso para aceptar la muerte si es necesario, como santa María Goretti.
Así como debemos estar preparados para enfrentar el martirio por la fe, debemos estar listos para enfrentar el martirio, a fin de preservar la pureza de corazón y alma.

Antonio Cardenal Bacci

Oh Señor Jesucristo, nuestra redención y nuestra salvación, te alabamos y te damos gracias.
Aunque no somos dignos de tus beneficios y no podemos ofrecerte la devoción que mereces, deja que tu bondad amorosa complete lo que nuestra debilidad intente hacer.
Ante tí, oh Señor, colocamos todos nuestros deseos y lo que sea que nuestro corazón desee con razón, gracias a tus dones.
Ayúdanos a amarte como ordenas. No dejes que tus regalos sean infructuosos en nosotros.
Completa lo que has comenzado, dale lo que nos has hecho desear, convierte nuestra tibia fé en ferviente amor de ti, por la gloria de tu santo nombre.
Amén.


Complete, oh Señor Jesucristo
por San Anselmo (1033-1109)
Doctor de la Iglesia