Comienzo confesándole que es para mí una gran desgracia no saber expresar y sacar
fuera este volcán siempre encendido que me abrasa y que Jesús ha puesto en este
corazón tan pequeño.
Todo se resume en esto: estoy devorado por el amor de Dios y por el amor del
prójimo. Para mí Dios está siempre fijo en la mente y grabado en el corazón. Nunca lo
pierdo de vista: me corresponde admirar su belleza, sus sonrisas y sus desconciertos, sus
bondades, sus venganzas o, mejor, los rigores de su justicia.
Imagínese por qué sentimientos está devorada esta pobre alma con toda esta privación
de la propia libertad, con todas estas ataduras, tanto en las facultades espirituales como
en las corporales.
Créame también, padre, que los arrebatos, en los que a veces he caído, están
motivados precisamente por esta dura prisión, llamémosla incluso afortunada.
(20 de noviembre de 1921, al P. Benedetto
da San Marco in Lamis, Ep. I, 1246)
Extractos de cartas del Padre Pío-Noviembre 20
"El alma unida a Dios se diviniza de tal manera que llega a pensar,
a desear y obrar conforme a Jesucristo".
Santa Teresa de los Andes
Extractos de cartas del Padre Pío
(Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365 días con el Padre Pío”)
Noviembre 20