La conciencia es el primero de los vicarios de Cristo

Frase

"La conciencia es el primero de los vicarios de Cristo"
(Beato Cardenal Newman)

Anécdota
San Pedro - ¿Dónde vas, Señor?

Nos la cuenta el beato Juan Pablo II sobre Pedro, el primer Papa, Vicario de Cristo:

“Según una antigua tradición durante la persecución de Nerón, Pedro quería abandonar Roma. Pero el Señor intervino, le salió al encuentro.
Pedro se dirigió a Él preguntándole: «Quo vadis, Domine?: ¿Dónde vas, Señor?».

Y el Señor le respondió enseguida: «Voy a Roma para ser crucificado por segunda vez».

Pedro volvió a Roma y permaneció aquí hasta su crucifixión.”

“Me confieso con un hombre, pero no como a un hombre, sino como a Dios.”

Frase

“Me confieso con un hombre, pero no como a un hombre, sino como a Dios.”

(San Antonio de Padua)




Anécdota

San Pio de Pietrelcina – El Zapatazo


Una vez un paisano del Padre Pío tenía un fuertísimo dolor de muelas. Como el dolor no lo dejaba tranquilo su esposa le dijo: “¿Por qué no rezas al Padre Pío para que te quite el dolor de muelas? Mira aquí está su foto, rézale”. 

El hombre se enojó y gritó furibundo: “¿¿Con el dolor que tengo quieres que me ponga a rezar??”.

 Inmediatamente cogió un zapato y lo lanzó con todas sus fuerzas contra la foto del Padre Pío. 

Algunos meses más tarde su esposa lo convenció de irse a confesar con el Padre Pío a San Giovanni Rotondo.
 Se arrodilló en el confesionario del Padre y, luego de decir todos los pecados que se acordaba, el Padre le dijo: “¿Qué más recuerdas?”

 “Nada más”, contestó el hombre. 

“¿¿Nada más?? ¡¿Y qué hay del zapatazo que me diste en plena cara?!.”

“Para el hombre que se deja conducir por el Espíritu Santo parece que no hay mundo

Frase

“Para el hombre que se deja conducir por el Espíritu Santo parece que no hay mundo; para el mundo, parece que no hay Dios.” (Santo Cura de Ars)




Anécdota

Dos santos: San Juan Bosco y San Cottolengo

Un día fue a visitar al Padre Cottolengo el Padre Juan Bosco.

- Padre Cottolengo, dijo el joven Bosco, vengo a pedirle un consejo: ¿qué remedio debo recomendar a las personas que vienen a contar que están aburridas de la vida, desesperadas y llenas de mal genio por la pobreza, por las enfermedades o por el mal trato que les dan los demás?

- Mira, Bosco, respondió Cottolengo. El mal de aburrimiento y de la desesperación es el mal moderno más común de todos. Para combatirlo, nos ha mandado Dios un gran remedio siempre antiguo y siempre nuevo: pensar en el cielo que nos espera. No olvides nunca que: un pedacito de cielo lo arregla todo.

Se fue Don Bosco a practicar el consejo recibido de tan popular apóstol, y pronto empezó a notar los maravillosos resultados. Llegaban a su despacho individuos malhumorados, que no saludaban a ninguno de los que estaban en la sala esperando turno para ser atendidos; personas consumidas por la tristeza y carcomidas por la angustia. El Padre Bosco, recordando que un pedacito de cielo lo arregla todo, les hablaba de cómo hay que vivir como resucitados, con la alegría del cielo que nos espera, de esa alegría que gozaremos en plenitud dentro de poco tiempo…

Aquellas personas cambiaban de semblante. Parecían renacer de nuevo

El Espíritu Santo según el Santo Cura de Ars

Interesante testimonio del cura de Ars sobre el Espíritu Santo:


El hombre es terrestre y animal; sólo el Espíritu Santo puede elevar su alma y llevarla hacia lo alto. ¿Por qué los santos estaban tan despegados de la tierra? Porque se dejaban conducir por el Espíritu Santo. Los que son conducidos por el Espíritu Santo tienen ideas justas. Por eso hay tantos ignorantes que saben más que los sabios.

Cuando se es conducido por un Dios de Fuerza y de Luz, no hay equivocación. Como las lentes que aumentan los objetos, el Espíritu Santo nos hace ver el bien y el mal en grande. Con el Espíritu Santo todo se ve en grande: se ven las menores faltas. Como un relojero que con sus lentes distingue los más pequeños engranajes de un reloj, con las luces del Espíritu Santo distinguimos todos los detalles de nuestra pobre vida. Entonces, las más pequeñas imperfecciones se agrandan, y los pecados más leves dan pavor.

Los que tienen el Espíritu Santo no pueden sentirse complacidos con ellos mismos, porque conocen su pobre miseria. Los orgullosos son los que no tienen al Espíritu Santo. Las gentes mundanas no tienen al Espíritu Santo; o, si lo tienen, no es más que de paso: Él no se detiene en ellos. El ruido del mundo le hace marcharse. El ojo mundano no ve más lejos que la vida. El ojo del cristiano ve hasta el fondo de la eternidad. Para el hombre que se deja conducir por el Espíritu Santo parece que no hay mundo; para el mundo, parece que no hay Dios.

Los que se dejan conducir por el Espíritu Santo sienten toda clase de felicidad dentro de ellos mismos; mientras que los malos cristianos ruedan sobre espinas y piedras. Un alma que tiene el Espíritu Santo no se aburre nunca de la presencia de Dios, pues de su corazón sale una transpiración de amor. El corazón se dilata, se baña en amor divino. El pez no se queja nunca de tener mucha agua: el buen cristiano no se queja nunca por estar mucho tiempo con Dios. Hay quienes encuentran la religión aburrida, es porque no tienen al Espíritu Santo. El Buen Dios, enviándonos el Espíritu Santo, ha hecho como un gran rey que encarga a su ministro que vaya con uno de sus súbditos, diciéndole: ‘acompaña a este hombre a todas partes y me lo traes sano y salvo’ ¡Qué bello es ser acompañado por el Espíritu Santo! Es un buen guía. ¡Y…que hay quienes no quieren seguirle!

Sin el Espíritu Santo, somos como una piedra de las que ves en el camino. Coge en una mano una esponja empapada de agua y en la otra una piedra; apriétalas igualmente. No saldrá nada de la piedra y de la esponja verás salir el agua en abundancia. La esponja es el alma llena del Espíritu Santo; y la piedra es el corazón frío y duro donde el Espíritu Santo no vive.

Donde no hay obediencia, no hay virtud

Frase

“Donde no hay obediencia, no hay virtud; donde no hay virtud, no hay bondad; donde no hay bondad, no hay amor; donde no hay amor, no hay Dios; y sin Dios no hay Paraíso.” 

(San Pio de Pietrelcina)




Anécdota

Santa Clara de Asís – El pan y la cruz

En una de las visitas del Papa al Convento, dándose las doce del día, Santa Clara invita a comer al Santo Padre pero el Papa no accedió. Entonces ella le pide que por favor bendiga los panes para que queden de recuerdo, pero el Papa respondió: "quiero que seas tú la que bendigas estos panes".

Santa Clara le dice que sería como un irrespeto muy grande de su parte hacer eso delante del Vicario de Cristo.

El Papa, entonces, le ordena bajo el voto de obediencia que haga la señal de la Cruz. Ella bendijo los panes haciéndole la señal de la Cruz y al instante quedó la Cruz impresa sobre todos los panes.