Prepararse para Pentecostés


Si queremos recoger la cosecha, es necesario no sólo sembrar la semilla
 sino también echarla en buena tierra;
y cuando esta semilla llegue a hacerse planta, 
hemos de estar muy atentos para vigilar que la cizaña 
no sofoque las todavía tiernas plantitas"
Padre Pío

Prepararse para Pentecostés




La Iglesia Católica celebra la fiesta de Pentecostés cincuenta días después de la Pascua de Resurrección de Jesucristo, para conmemorar la Venida del Espíritu Santo sobre María y los apóstoles. En Pentecostés, Cristo cumple la promesa que les hizo a los apóstoles de que Dios Padre enviaría al Espíritu Santo para llenarlos con los dones y gracias necesarias para llevar la Buena Nueva a todos los pueblos.

El P. Hans Zavala, sacerdote de la Orden de San Agustín y rector del Colegio Santa Rosa de Chosica (Perú), afirmó a ACI Prensa que después de la Pascua y de la Navidad, la fiesta de Pentecostés es muy importante para la vida de todo cristiano, pues le recuerda su misión evangelizadora en la Iglesia.

En ese sentido, animó a los católicos a prepararse para recibir el Espíritu Santo en Pentecostés con los siguientes tres pasos o consejos prácticos:

1. Limpia tu alma: Reconcíliate con Dios, contigo mismo y con el prójimo
Si queremos realmente recibir el Espíritu Santo como ese huésped de nuestras almas, debemos hacer lo que toda persona haría cuando viene un visitante a nuestra casa: limpiar la casa. No podemos recibir a alguien si es que nuestra casa está sucia, y en este caso, sería limpiar nuestra alma.

¿Cómo? Reconcíliate con el Señor, ve al sacramento de la Reconciliación. Si tienes director espiritual, acércate a él, e intenta perdonar si es que tú tienes algo en contra de alguien. Limpia toda tu casa, para que el Espíritu Santo se sienta a gusto viniendo en tu vida y encuentre una morada limpia y digna para Él.
El Espíritu Santo quiere morar en el corazón de los puros de corazón; no de aquellos que no se equivocan, sino de los que se reconcilian con Dios, que vuelven a su amistad con Él, y que no tienen ninguna diferencia con sus hermanos, sino que viven en paz con todo el mundo en cuanto a ellos les toca.

2. Adorna tu alma: Practica una virtud cada semana

Después de haber limpiado la casa y sacado todo lo que no pertenece, no le gusta al Espíritu Santo o puede hacernos daño, adornamos nuestra alma a través de las virtudes.
Es bueno elegir practicar una virtud como la paciencia, la templanza o la prudencia, u otras, para adornar tu alma, y recuerda que mientras más virtudes todos los días puedas practicar, mayores adornos tendrá tu casa.

3. Invita al Espíritu Santo a morar en tu alma con esta oración
Hay que invitar al Espíritu Santo a morar en tu alma y recibirlo con todo el deseo que tu corazón pueda dar. San Agustín decía que nuestro deseo es nuestra oración, por lo tanto, si deseamos ardientemente al Espíritu Santo y le pedimos todos los días: ‘Espíritu Santo ven’, es seguro que Él se quedará contigo y dará muchos frutos en tu vida.
El sacerdote sugirió realizar este último paso rezando todos los días una jaculatoria de esta antigua oración que recitamos en Pentecostés, o de cualquier himno o cántico al Espíritu Santo.
*Cynthia Pérez CYNTHIA | ACI Prensa

El Concilio Vaticano II dedica a la acción del Espíritu Santo en la Iglesia una hermosa y rica reflexión. Queremos meditarla para enamorarnos del Espíritu Santo que nos santifica; y guía y rejuvenece a la Iglesia. Dice así: «El Espíritu habita en la Iglesia y en los corazones de los fieles como en un templo, ora por ellos y da testimonio de su adopción como hijos.
Guía a la Iglesia hacia la plenitud de la verdad, la unifica en la comunión y en el ministerio, la instruye y dirige con los diversos dones jerárquicos y carismáticos y la embellece con sus frutos. Hace rejuvenecer a la Iglesia, la renueva y la conduce a la unión consumada con su Esposo. Pues el Espíritu y la esposa dicen al Señor Jesús: iVen!

(LG 4)


Junio 4

Date siempre una nueva oportunidad
Estás hecho maravillosamente y no tiene sentido que bajes los brazos. El Señor persiste en darte la vida, y nada lo convence de que hoy no valga la pena que estés en esta tierra.
Entonces, nada ni nadie tiene derecho a arruinarte la existencia. Ámate y sigue adelante.
(Mons. Víctor M. Fernández)



Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia.
Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén.