La paz y la guerra empiezan en el hogar

«La paz y la guerra empiezan en el hogar. Si de verdad queremos que haya paz en el mundo, empecemos por amarnos unos a otros en el seno de nuestras propias familias. Si queremos sembrar alegría en derredor nuestro, es preciso que toda familia viva feliz»
Santa Tresa de Calcuta


Aunque ninguno de sus hijos "pinte" para delincuente, es necesario tener presente que la violencia poco a poco entra en los hogares. Por ejemplo, ¿sabía usted qué el 25 por ciento de las jovencitas en los Estados Unidos son golpeadas por sus novios y lo qué es peor, la mayoría de ellas cree que esto es normal?

Al escuchar noticias lamentables como éstas y pensar en todo lo que acontece en el mundo, no puede uno dejar de preguntarse... ¿Quién puede ser capaz de semejante barbaridad ... en qué corazón humano cabe tanta frialdad... quién puede ser capaz de tanta violencia?

Desafortunadamente, ésta es una realidad que es vivida en todas partes, que afecta a todos, y de muchas maneras. Es verdad que la violencia siempre ha existido, pero lo más peligroso ahora, es que se empieza a tolerarla, a aceptar como inevitable: sin ir muy lejos, sería inusual encontrar una película donde las balas, el sexo deliberado y la cruda violencia no hiciesen su aparición; o algún semanario o periódico donde sea una noticia "policiaca" la que cubre la primera plana.

Sin embargo, el hombre no está hecho para la guerra, está hecho para la paz. Y esto se puede asegurar porque la historia nos demuestra que el hombre que vive en la violencia se autodestruye. Lo difícil y complicado del tema es que la paz no se da instantáneamente ni por mandato, no se obtiene sin esfuerzo, ni se compra o pide prestada: la paz tiene que nacer del corazón de cada hombre.

Y si no hay paz en el corazón, ¿cómo puede haber paz en un pueblo, en una nación, en el mundo?

Vivir en paz
Es por ello, que mantener la paz es una obligación primaria para todos, pero en especial de los padres, pues es en el hogar donde se aprende a vivir y construir la paz; es allí donde los padres tienen la enorme responsabilidad de enseñar a los hijos la manera de comportarse, de tratar a los demás y de resolver los problemas.

Es increíble cómo hasta en una pequeña sociedad como la familia, donde existe cariño entre sus miembros, puede perderse la paz.
No cabe duda de que la paz es algo muy frágil por lo que hay que trabajar pacientemente todos los días para conquistarla.

Pero antes de lograr esto, se tiene primeramente que tener claro cómo se vive la paz.

Contrario a lo que muchos creen, la paz no es la ausencia de la guerra, ni es solamente el respeto a los otros.

¡Qué fácil sería y a la vez que peligroso si los padres sólo tuvieran que respetar a los hijos para poder tener un hogar lleno de paz!: "Ah, sí, mi hijo quiere tener su cuarto todo tirado, hay que respetarlo".

La paz se vive:
  • · Al tener un verdadero sentido de justicia.
  • · Cuando no nada más se reconocen los propios derechos sino también los de los demás.

Si se reconoce en los hijos su dignidad como personas. Muchas veces al verlos pequeños, algunos padres se aprovechan de ellos y cometen verdaderos abusos de autoridad.

  • · Al enseñar a los hijos a distinguir entre el bien y el mal, al formar en ellos una conciencia recta,a la vez que se trabaja por la paz.
  • Cuando los hijos son pequeños, los padres son como una "conciencia externa" de ellos (como Pepe Grillo en el cuento "Pinocho"), de allí la importancia de sus actos y juicios.

  • Exaltar el valor de la vida humana, su dignidad y su derecho. Tanto la vida de ellos mismos como la de los que lo rodean tiene un inmenso valor, desgraciadamente con tanta violencia (en los medios de comunicación, en el medio ambiente), los niños no aprecian este valor.

Pasos para lograr la paz (en la virtud)
Voluntad. Muchas veces aunque los niños conozcan el bien y el mal, les falta fuerza de voluntad, no han aprendido el hábito del esfuerzo, son niños "buenos", pero tal vez estos niños no han aprendido a dominarse, ni a pensar en los demás, ni a sacrificarse, sienten que el mundo gira al rededor de ellos, muchos de estos niños se convierten en "tiranos".

Exigencia. A los hijos hay que exigirles, claro que dentro de sus posibilidades, enseñarles a enfrentar los problemas y a esforzarse para resolverlos, que sepan sentirse orgullosos de haber sido capaces de realizar las cosas por sí mismos.
Valentía. Que tengan héroes que inspiren su vida, pero que sean héroes de grandes ideales, porque actualmente a los niños se les presenta la violencia como forma de heroísmo, necesitan de los padres para que les enseñen lo que es noble y grande.

Respeto. Cuidar que los niños no adquieran la costumbre de tomar las cosas de otro, por muy insignificante que sea el robo, y si estropea algo ajeno, pues hay que reponerlo, enseñarles que las cosas ajenas siempre se respetan.

Generosidad. Es algo que de por sí es difícil en los niños, es en esta edad cuando tienden a ser más egoístas, por ello es importante que ellos vean un buen ejemplo: cómo sus padres ayudan al necesitado o al que tiene algún problema (dentro de las propias posibilidades).
Para despertar en los niños el sentido de generosidad, se les puede acostumbrar desde pequeños a renunciar a algo suyo y compartirlo con algún otro niño.

Cortesía. Gastón Courtois ha dicho que la cortesía "es hija del respeto al prójimo y hermana de la caridad". El que es cortés sabe que no es el centro del mundo, es una persona que piensa en los demás y en sus sentimientos.
El dominio de sí mismo es un elemento que va de la mano con la cortesía. Un niño que hace un coraje porque algo le ha salido mal o porque el hermano le rompió algo y no se le enseña a controlar, de grande le será muy difícil, si no es que imposible tener control de sus actos y mucho menos respeto por los demás.

Orden. Es un elemento esencial para que haya armonía y equilibrio en un hogar. Cuando hay orden en una casa, hay normas y límites, esto proporciona seguridad a los hijos y les enseña a tener disciplina.

Caridad. No puede dejarse de mencionar este valor esencial para que haya paz, pues es un elemento que determinará la calidad de la persona y su capacidad para relacionarse con los demás.
Buscar el bien personal y el de los demás es justamente lo que trae como consecuencia la paz.

La paz es el resultado de muchas actitudes, todas estas fundamentadas precisamente en la caridad, no entendida como limosna, sino como amor.
Gastón Courtois también escribió: "Cuando la caridad domina, la humanidad se engrandece. Cuando el egoísmo reina, la humanidad se rebaja".
Qué responsabilidad tienen los papás de enseñar esta virtud en los hijos, en sus manos está el que haya sociedades justas y pacíficas.

Aciprensa


Junio 3
Jesús nos pide “Cuando digas sí que sea sí” (Mt 5,37). Y se queja de esa persona que dice “voy” pero no fue (Mt 21,30). 
De esa manera nos invita a tomar siempre decisiones firmes, sin dudar. Uno puede analizar las cosas, poner todo sobre la balanza, pero una vez que decide algo debe dejar de dudar y entregarse plenamente a eso que ha elegido.

De otra manera, la vida se nos va y no hacemos nada plenamente, no experimentamos nada a fondo.
(Mons. Víctor M. Fernández)



Mi Señor, creo que tú eres la luz del mundo, esa que vino para sanarnos de nuestros errores y guiarnos por el camino de la salvación, nos das lo que necesitamos y lo que pedimos con insistencia, a veces, ni es necesario que te lo repitamos, pues Tú lees los corazones y ya sabes que es lo que más nos conviene. 
Tus milagros no los realizas para satisfacer la curiosidad de los que no te han visto obrar, sino para ayudar a los sufren y acuden confiados a Ti. 
Oh Señor, ven y sana las heridas de mi corazón, aleja de mí toda angustia y pesadez. Tú todo lo puedes, Tú todo lo sanas. ¡Basta con que yo tenga fe!
 Quiero acudir a Ti siempre con mucha humildad, reconociendo el lodo de donde provengo, pero sé que Tú me limpias, me haces nueva criatura. 
Te entrego mis cargas. 
Confiado en que ya me estás bendiciendo, repito a viva voz: "Señor, ¡creo!, pero aumenta mi fe". Quiero vivir una fe pura y que arda de deseo hacia Ti, esa fe que calma tempestades y detiene la furia del viento.
 Confío en tu amor sanador. 
Amén.