Confianza en Dios


Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia.
 Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas. 
Proverbios 3:5-6

Hace mucho tiempo que la sociedad destaca por su carácter libertino y ambicioso, y no pretende más que darse gusto a sí misma. Una de las maneras de mantenernos unidos a Dios en medio de este "mundanal ruido" es frecuentar los sacramentos. Por eso, hoy te invito a que reflexiones sobre si puedes mejorar la frecuencia con la que acudes a los sacramentos. Recordemos que Jesús nos espera siempre en la Reconciliación para darnos ese abrazo de perdón afectuoso como el del padre de la parábola del hijo pródigo. Y ya en estado de gracia, podremos acceder a la Eucaristía en plenitud.

Hoy es un buen día para preguntarnos cómo anda nuestra devoción a María, si es constante y fuerte, o por el contrario es débil e inconstante. Porque es bueno que recordemos que la devoción a la Santísima Virgen no es una devoción más, sino que después del amor a Dios, debe ir enseguida el amor a la Virgen, pues Ella es la que más nos ama después de Dios, y merece nuestro amor y devoción.

Es que siendo devotos de María ya tenemos el Paraíso asegurado, porque no hay ni hubo jamás alguno que haya sido realmente devoto de María, que se haya condenado. Siendo las cosas así, es importante que tengamos en cuenta en nuestro diario vivir el pensar frecuentemente en nuestra Madre del cielo, puesto que Ella nos prodiga toda clase de bienes, ya que todas las gracias nos vienen, sí, del Señor, pero pasan a través de las manos de María.

Una linda oración para decirle a Dios es la siguiente: “Señor, dame todas las gracias y dones que María pide para mí”. Porque nuestra Madre celestial pide mucho para nosotros, y de esa manera seremos colmados por encima de lo que deseamos.

Octubre 10
Confía, confía mucho en el poder del Señor y en su amor que quiere hacerte bien. Si te declaras derrotado, no queda esperanza. Si eres pesimista, si crees que no podrás soportar, si piensas que el mal es más fuerte que el bien, eso es como suicidarte. Mejor repite las palabras de la Biblia: Soporto esta prueba, pero no me achico, porque sé en quién he puesto mi confianza (2 Tim 1,12).

No hace falta confiar en las propias fuerzas, sino vivir lleno de confianza en el poder de Dios que sostiene. Entonces uno podrá sufrir, pero no bajará los brazos, nunca se declarará vencido: Aunque caiga no quedará tirado, porque el Señor lo sostiene de la mano (Sal 37,24).
(Mons. Víctor M. Fernández)


Bendito seas, Dios mío, porque a pesar de ser yo indigno de toda ayuda, tu generosidad e infinita bondad nunca dejan de otorgar el bien aún a los ingratos y a los que se han apartado de ti. Conviértenos a ti, para que seamos agradecidos, humildes y piadosos, pues Tú eres nuestra salud, nuestra fortaleza y nuestra salvación. Amén