La oración y la devoción a María


«En el momento en que el obispo me puso el anillo, Dios penetró todo mi ser... Desde los votos perpetuos mi relación con Dios se hizo más estrecha que nunca. Siento que amo a Dios y siento también que Él me ama. Mi alma, habiendo conocido a Dios, no sabría vivir sin Él» (Diario 254)

«Oh Jesús mío, Tú sabes que desde los años más tempranos deseaba ser una gran santa, es decir, deseaba amarte con un amor tan grande como ninguna alma Te amó hasta ahora» (Diario 1372)

«Ni gracias, ni revelaciones, ni éxtasis, ni ningún otro don concedido al alma la hace perfecta, sino la comunión interior de mi alma con Dios. Estos dones son solamente un adorno del alma, pero no constituyen ni la sustancia ni la perfección» (Diario 1107)

«Oh Jesús mío, cada uno de Tus santos refleja en sí una de Tus virtudes, yo deseo reflejar Tu Corazón compasivo y lleno de misericordia. Que Tu misericordia, oh Jesús, quede impresa sobre mi corazón y mi alma como un sello y éste será mi signo distintivo en esta vida y en la otra» (Diario 1242)

«¡No Te olvidaré, pobre tierra! aunque siento que me sumergiré inmediatamente toda en Dios, como un océano de felicidad, eso no me impedirá volver a la tierra y dar ánimo a las almas e invitarlas a confiar en la Divina Misericordia. Al contrario, esa inmersión en Dios me dará unas posibilidades ilimitadas de obrar» (Diario 1582)
Santa María Faustina Kowalska

¿Cómo conservar la gracia santificante?
Ciertamente evitando el pecado mortal. 
 Y los medios principales para evitarlo son:
- El recuerdo de las postrimerías (muerte, juicio, infierno o gloria).
- La huida de las ocasiones próximas de pecado.
- La mortificación de los sentidos del cuerpo (vista, gusto, tacto) y las potencias del alma (mente y corazón).
- La huida de la ociosidad.
- La lucha contra las tentaciones.
- La frecuencia de los sacramentos.
- La oración.
- La devoción a María.

Todos estos medios son de gran valor para evitar el pecado. Pero creemos que los dos últimos (la oración y la devoción a María) son insustituibles.

Témporas de Acción de Gracias y de Petición
Desde antiguo, y hasta la última reforma litúrgica, la Iglesia celebraba las «Cuatro Témporas», correspondientes a las cuatro estaciones del año, en tres días sucesivos. En la actualidad, las Témporas se celebran al menos el día 5 de octubre, y es aconsejable celebrarlas también en otros dos días de la misma semana.

Son días de acción de gracias y de petición que la comunidad cristiana ofrece a Dios, de quien procede todo bien, terminadas las vacaciones y la recolección de las cosechas, al reemprender la actividad habitual.

Son una ocasión que presenta la Iglesia para rogar a Dios por las necesidades de los hombres, principalmente por los frutos de la tierra y por el trabajo humano, dando gracias a Dios públicamente. Cuando las Témporas se celebras en tres días, el primero se centra en la acción de gracias, el segundo es un día penitencial, y el tercero se consagra a la petición por la actividad humana.
Octubre 5
¿Has prestado atención a lo que tomas del universo para vivir? Mira tu bolsa de basura. Nuestros desperdicios muestran el modo como tratamos las cosas de este mundo. En algunos hogares se desperdicia la mitad de lo que se cocina, o se arrojan a la basura demasiados papeles.

A veces sufro cuando veo el cesto de la basura de mi casa, tomo conciencia y me digo: “¡Yo consumo todo eso! Todo eso se convirtió en desperdicio al servicio de mi vida. ¿Vale la pena?” Entonces me propongo consumir y desperdiciar menos, pero también dejarle a esta tierra algo más a cambio de todo lo que le quito.
(Mons. Víctor M. Fernández)


Oración de Santa Faustina Kowalska
pidiendo un corazón misericordioso


Oh Santísima Trinidad, cuantas veces respira mi pecho, cuantas veces late mi corazón, cuantas veces late mi sangre en mí, otras mil veces deseo adorar Tu misericordia. ¡Deseo transformarme enteramente en tu misericordia, convertirme en tu reflejo vivo, oh mi Señor!

Que tu misericordia, que es insondable y de todos los atributos de Dios el más sublime, se derrame de mi corazón y mi alma sobre mi prójimo.

Ayúdame, Señor, para que mis ojos sean misericordiosos, para que nunca sospeche ni juzgue a las personas por su apariencia exterior, sino que perciba la belleza interior de los demás y pueda ayudarlos.

Ayúdame, Señor, para que mis oídos sean misericordiosos, para que esté atenta a las necesidades de mis hermanos y no me dejes permanecer indiferente ante sus dolores y lágrimas.

Ayúdame, Señor, para que mi lengua sea misericordiosa, para que nunca hable mal de mis hermanos; Que tenga una palabra de consuelo y perdón hacia cada uno de ellos.

Ayúdame, Señor, para que mis manos sean misericordiosas y rebosantes de buenas obras, no se cansen nunca de hacer el bien a los demás, mientras acepto las tareas más difíciles y dolorosas para mí.

Ayúdame, Señor, para que también mis pies sean misericordiosos, para que lleven sin descanso ayuda a mis hermanos, superando la fatiga y el cansancio; que mi descanso esté al servicio de los demás.

Ayúdame, Señor, para que mi corazón sea misericordioso y sensible a todos los sufrimientos del prójimo; nadie recibe una negativa de mi corazón. Que conviva serenamente, incluso con los que abusan de mi bondad.

En cuanto a mí, me encierro en el Corazón misericordioso de Jesús, silenciando a los demás cuánto tengo que sufrir. Oh Jesús mío, transfórmame en Ti, porque Tú puedes hacer todo. Amén.