El Rosario es una espada

“La vida es para buscar a Dios.
La muerte es para encontrarle.
La eternidad para poseerle”
(San Alberto Hurtado)

Dios le ha otorgado un poder inmenso a la Virgen: ella aplasta bajo sus pies la cabeza de la "serpiente" símbolo de las fuerzas del mal. Por eso decimos que Ella es "fuerte como un ejército alineado en batalla."
Benedicto XVI dijo: "El Rosario contiene en sí el poder salvador del nombre de Jesús" (3 de mayo de 2008).

María no cesa de reunir a sus hijos para librar la batalla. En cada aparición mariana nos muestra el Rosario como un arma poderosa contra el enemigo.

¡El Rosario es una espada! Jesús mismo nos da el Rosario como arma.
Escuchemos lo que nos dice Monseñor Olivier, Obispo de Maiduguri en Nigeria: "El 18 de abril de 2016, estaba rezando el Rosario cuando el Señor se me apareció. Jesús me entregó una espada. ¡Esta se convirtió inmediatamente en un Rosario!"

San Luis Grignion de Montfort nos dice: "El Rosario nos vuelve victoriosos frente a todos nuestros enemigos”. Tomemos, entonces, el arma para librar la batalla a diario y participemos en la victoria del Inmaculado Corazón de María.

Recordemos a David y a Goliat, el Rosario es su honda. Cada Ave María es una bendición que destruye el mal.

Noviembre 9
Hay momentos de la vida en que nos sentimos más limitados, más necesitados, y nos abruman muchos temores. Es lo que le sucede a una mujer durante su embarazo, o a alguien que se enferma gravemente, o que ha perdido su trabajo.

Cuando pases por uno de esos momentos que te desinstalan completamente, es importante que hables con tu pareja o con tus amigos sobre las cosas que vas sintiendo.

No tengas miedo de contar tus inquietudes, tus miedos sobre el futuro, tus dudas.
Si te quedas solo con esas preocupaciones, se volverán más grandes de lo que son en realidad y te llenarás de fantasmas inútiles.
(Mons. Víctor M. Fernández)


Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia.

Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.

Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.