La ansiedad produce agresividad

Procura siempre vivir en la amistad de Dios.
San Juan Bosco


Perdonar es una actitud noble, digna y honorable.
De verdad no ganamos nada conservando rencores y resentimientos. Por el contrario, eso afecta, desluce y entristece nuestra espiritualidad.

Tenemos que aprender a perdonar. Perdonando y olvidando seremos más nobles, más dignos, mejores personas. Podremos ser más felices y enriquecer nuestra vida con la mirada afectuosa de Papá Dios. Ese Dios que nos ha enseñado a perdonar “setenta veces siete”… o sea “siempre”.

La santidad, amor creciente a Dios y a los demás por Dios, podemos y debemos adquirirla en las cosas de todos los días, que se repiten muchas veces, con aparente monotonía. “Para la gran mayoría de los hombres, ser santo supone santificar el trabajo, santificarse en su trabajo y santificar a los demás con el trabajo, y encontrar así a Dios en el camino de sus vidas".

La generosidad es una de las virtudes fundamentales del cristiano. La generosidad es la virtud que nos caracteriza en nuestra imitación de Cristo, en nuestro camino de identificación con Él. Esto es porque la generosidad no es simplemente una virtud que nace del corazón que quiere dar a los demás, sino la auténtica generosidad nace de un corazón que quiere amar a los demás. No puede haber generosidad sin amor, como tampoco puede haber amor sin generosidad. Es imposible deslindar, es imposible separar estas dos virtudes.

Pidámosle a Jesucristo que nos ayude a no fragmentar nuestro corazón, que nos ayude a no calcular nuestra entrega, que nos ayude a no ponernos a nosotros mismos como prioridad fundamental de nuestro don a los demás. Que nuestra única meta sea la de ser perfectos, es decir, la de amar como Cristo nos ama a nosotros.
(P. Cipriano Sánchez)

Noviembre 11
La ansiedad produce agresividad. Porque cuando alguien se entromete en tus proyectos y contradice tus planes, la ansiedad te lleva a querer imponerte o a quitártelo rápido de encima. Por eso comenzarás a usar la agresividad para lograrlo. 
Cuando nos domina la ansiedad, nuestras relaciones con los demás se llenan de conflictos y poco a poco nos vamos quedando solos. Como si el mundo entero fuera nuestro enemigo.
(Mons. Víctor M. Fernández)


Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia. 

Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.