Cómo concentrarse en la meditación

“ Debemos hacer nuestro camino hacia la eternidad,
sin mirar nunca lo que los hombres piensen de nosotros,
o de nuestras acciones,
estudiando sólo para agradar a Dios. ”
San Francisco Borgia (1510-1572)

“Una vez le preguntaron a Alessandro Manzoni cómo logró penetrar tan profundamente en la mente humana.
Se le preguntó a Newman cómo logró descubrir la ley de la gravedad universal.
La respuesta de Manzoni fue: “ Pensándolo bien.
Newman estaba: “ Pensando intensamente. ”

Ahora, en nuestras meditaciones, debemos revelarnos a nosotros mismos, lo cual es algo muy difícil de hacer.
Es, sin embargo, supremamente importante porque su propósito, no es literario o científico, sino, ¡es la salvación eterna de nuestras almas! El logro de tal propósito exige una aplicación seria de nuestra parte, así como una oración ferviente para que Dios nos guíe, para que podamos llevar una vida en unión con Él y dirigida hacia su meta eterna, el disfrute de la ¡Visión beatífica de Dios! ”

“Algunas personas afirman que no pueden concentrarse durante mucho tiempo en la meditación.
En su caso, es muy útil combinar la oración mental y vocal.
Breves aspiraciones y expresiones de amor a Dios y de ardiente deseo de santidad, pueden restaurar el clima de recogimiento, haciendo más atento el intelecto, más ferviente el corazón y más provechoso todo el ejercicio espiritual.

Cuando nuestra mente divaga o se adormece, debemos recomponernos colocándonos una vez más en la presencia de Dios y comenzando a conversar con Él, de manera humilde y amorosa.
Debemos recordar cuanto lo necesitamos y cuanto ansioso esta por inspirarnos y ayudarnos.
Somos tan pobres y débiles – Él es infinitamente poderoso y fuerte.
Estamos perdidos en la oscuridad. Él es la Luz que ilumina a todo hombre que transita por este mundo.

Santa Teresa del Niño Jesús siempre sostenía que cualquiera que tuviera cuidado de pasar al menos diez minutos, todos los días, en devota meditación, ¡estaba seguro de la salvación! ”
Cardinal Antonio Bacci

Jesús, Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, tanto amas a la humanidad que no sólo te rebajas a hacerte hombre, sino que eres el manso cordero que cargas con los pecados de todos nosotros.

¡Gracias por el don de tu humildad, tu misericordia y tu perdón!
Quiero que mi vida de cada día esté limpia de pecado, nunca indigna de un discípulo tuyo.

Te pido que toda mi existencia transcurra siempre en tu compañía, y las últimas palabras sean repetir tu santísimo Nombre, JESÚS, el Nombresobretodonombre.

Por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor. Amén